Friday, July 08, 2005

Estoy sólo en este cuarto, lugar extraño para tener un computador, pero bueno, mientras se ponen los entrepaños para albergar las montañas de libros que esperan pacientemente (y polvorosamente) un nuevo hogar. Este cuarto es bastante estratégico: aislado de todo ruido, oscuro como él solo, alejado de las charlas de todo tipo.... Antes fue el cuarto de la muchacha, pero que yo me acuerde, muy pocas veces alguien durmió aquí. Es más, fue un cuarto de "abarrotes" donde estaba guardada la Enciclopedia Británica que nos regaló Alberto Cortés, y que si la consultamos una o dos veces fue mucho; la máquina de coser de mi abuela, que obviamente nunca se usó porque carecemos de las habilidades de las personas que nacieron a principios del siglo XIX; una cantidad de carpetas y cuadernos míos y de Camilo de cuando estudiamos la primaria en el Gimnasio de los Cerros (que ahora digo que es una lástima haber botado bastantes de esos, para conservar sólo unos cuantos como ejemplo, uno o dos como símbolo, índice de cada grado); sábanas viejas (me acuerdo mucho de la que era de color crema con una especie de flores de color azul con café y negro ordenadas verticalmente, y que terminó siendo utilizada para cubrir el piso o las paredes cuando los pintores venían a pintar las paredes); y, obviamente, la mesa para planchar con los cajones para la ropa limpia y la ropa sucia. Estos cajones son algo único en Bogotá: hasta el momento no conozco (y por qué debería conocerlo? eso es de las cocinas de cada casa, y ese es el último sitio de una casa al que iré a "curiosear") unos cajones semejantes. Pero desde que los instalaron, creo que ya hace mucho tiempo, fácilmente cuando yo tenía ocho años, empecé a acostumbrarme a llevar la ropa sucia a los cajones, porque yo era de los que dejaba la ropa tirada en el cuarto y no era mi costumbre ser ordenado en ese sentido. Poco a poco empecé a tomar el hábito de llevar la ropa a estos cajones como parte de un rito que cumplo cada día y que hoy me es simplemente imposible dejar: no concibo no dejar la ropa sucia donde debe estar: con la demás ropa sucia!

Wednesday, July 06, 2005

Vamos al grano: estoy cansado. Sí, estoy que no puedo leer una letra más. Ya me he dado cuenta de que necesito dormir por lo menos 6 horas para recuperarme y, por lo menos, levantarme a tiempo. No se me olvidan las llegadas a las 7:40 am a clase de 7am el semestre antepasado, a la clase de Jorge Cardona (Laboratorio de Periodismo Político). Incluso había una niña (no voy a decir el nombre, para que se mueran de la duda) que era una descarada: llegaba casi todos los días tarde y entraba fresquísima a la clase, como si nada. Claro, uno llegaba tarde y uno no decía nada, Jorge no decía nada, pero es que esta niña era siempre, o por lo menos la mayoría de las veces. No, hermanita! Si uno va a hacer varias cosas, hágalas bien TODAS!!!!

Como decía, tengo que dormir. Cuando tengo sueño y siento que se me caen los párpados de los ojos y, en ese estado, me pongo a leer, me he dado cuenta de que lo que leo en es estado es cosa que se olvida...para siempre. Porque uno no está concentrado en lo que está leyendo, sino en el recorrido horizontal de las pupilas de los ojos por las líneas monótonas de letras tipo Times New Roman. Ya me pasó con el libro de Jason Epstein: ya no me acuerdo de la mayor parte de anécdotas de las que hablaba. Ahí es cuando toca volver a leer.